Hoy abrimos nuestra tribuna para traeros un trabajo de investigación de nuestro socix Daniel Noguera que realizó en sus momentos universitarios y que a día de hoy sigue usando en conferencias universitarias, dentro de la rama de estudios de género. Se trata de una re-visión del mito de Apolo y Dafne desde una perspectiva de género. Esperamos que disfrutéis tanto como nosotros con su lectura.
EL MITO DE APOLO Y DAFNE: LA FIGURA DE APOLO COMO PERSPECTIVA MACHISTA Y SEXISTA DEL SISTEMA PATRIARCAL ROMANO Y LA NUEVA VISIÓN DE LA FIGURA DE DAFNE COMO PERSPECTIVA FEMINISTA.
Por Daniel Noguera Gil
El mundo greco-romano ha sido una de las principales fuentes de herencia cultural en nuestra historia, ejerciendo una notable influencia en las ciencias humanas (literatura, filosofía, etc.) como en las ciencias naturales (biología, etc.). Sin embargo, algunas de las ideas que hemos heredado, a lo largo de la historia, habían sido desarrolladas por sociedades androcéntricas y patriarcales. De hecho, dichas ideas, sin duda alguna, han perjudicado la figura de la mujer en todos los ámbitos. Por este motivo, me gustaría realizar un análisis hermenéutico e interpretativo del mito de Apolo y Dafne (Obra del latino Ovidio, creada en el sistema patriarcal romano) desde la perspectiva de los estudios del género.
Tomando en consideración lo anterior, las ideas aristotélicas, principalmente, ejercieron enormes influencias sexistas y machistas en la historia de la civilización romana, fomentando el desarrollo de su sistema patriarcal. Ahora bien, ¿cuáles fueron las ideas aristotélicas que habían heredado los romanos y que afectaban a la sociedad? Pues, efectivamente, dichas ideas se localizaban en dos obras de Aristóteles: “Historia de los animales” y “Política». En lo que respecta a la primera obra, Historia de los animales, observamos que Aristóteles «aborda la cuestión de la diferenciación sexual en los animales, considerándolos contrarios, macho (arren) y hembra (thely), y haciendo referencia explícita a la especie humana, es decir, a la mujer (gyne) y al varón (aner)» (Solana Dueso 2005:25). En dicha diferenciación, Aristóteles generará una serie de estereotipos físicos y personales en ambos sexos. De hecho, en el capítulo dedicado a la diferencia de carácter entre macho y hembra observamos:
«En todos los géneros en los que existe la hembra y el macho la naturaleza ha establecido de una manera prácticamente igual una diferencia entre el carácter de las hembras y de los machos […]. Las hembras son más dulces, más maliciosas, más preocupada por la crianza […]. Los machos son, por el contrario, más corajudos, más feroces, […]. Huellas de carácter hay en todos los animales, pero principalmente en el hombre […]. Justamente por esta razón la mujer es más compasiva, envidiosa, llorona […]» (Aristóteles).
Lo mismo ocurre en su otra obra, Política, donde «Aristóteles no deja dudas acerca del papel subordinado de la mujer. De hecho, el estagirita expresa claramente que la relación entre hombre y mujer es la de superioridad-inferioridad» (Femenías 1998:3). En efecto, Aristóteles en su obra comenta:
«También en relación del macho con la hembra, por naturaleza, el uno es superior; la otra inferior; por consiguiente, el uno domina; la otra es dominada» (Aristóteles). En este sentido, como señala Yan Thomas, observamos que «la civilización griega y, posteriormente la civilización romana, tenía un pensamiento totalmente sexista, ya que el hombre debía tener el control de la mujer». Dicho pensamiento lo heredará la civilización romana para desarrollar su patriarcado. Ahora bien, ¿qué es el patriarcado y cómo afecta a la mujer? Como bien explica Dolors Reguant, «el patriarcado es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres. El patriarcado surge de una toma de poder por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como única estructura posible». De hecho, la civilización romana empleará el mito y la religión para justificar y reflejar la superioridad del hombre frente a la mujer. Así pues, ¿es posible que Ovidio, uno de los grandes poeta latino, haya contribuido a continuar o reflejar, a través del mito de Apolo y Dafne, las ideas sexistas, machistas y estereotipadas de su sustrato socio-cultural?
Efectivamente, en el mito de Apolo y Dafne, observamos grandes ideas, como analizaremos posteriormente, que reflejan los estereotipos de género, el machismo y el sexismo del sistema patriarcal romano. Sin embargo, si realizamos un análisis exhaustivo del mito, observamos que puede también tener una interpretación feminista con un objetivo claro: fracturar las ideas impuestas por la cultura patriarcal para reivindicar una igualdad entre hombres y mujeres. Dicha interpretación, como analizaremos posteriormente, se localiza en la figura de Dafne. Entonces, ¿es posible que podamos interpretar la obra de Ovidio como una reflexión sobre las ideas machistas y sexistas del sistema patriarcal romano y las ideas feministas que se opone a dicho sistema para lograr una igualdad? Desde mi punto de vista, dicha reflexión se puede analizar en la obra. No obstante, antes de realizar el análisis del mito, debemos realizar una explicación breve de su contenido.
El mito de Apolo y Dafne aparece en el primer libro de la Metamorfosis de Ovidio. El mito, resumidamente (Mito de Apolo y Dafne), narra la persecución y el “sufrimiento” de Apolo tras enamorarse, involuntariamente por la venganza de Eros, de la ninfa Dafne, la cual huye del amor del dios a través de la metamorfosis en laurel que solicita a su padre. Si realizamos una lectura exhaustiva del mito, podemos interpretar el mito, como comentamos anteriormente,
desde dos grandes perspectivas: la primera, tomando la perspectiva de la figura de Apolo (y en un segundo plano, Ladón, el padre de Dafne), observamos ideas con connotaciones machistas del sistema patriarcal romano. La segunda, tomando la perspectiva de la figura de Dafne, observamos que el mito adquiere un carácter revolucionario que se opone a dichas ideas. De hecho, ambas perspectivas las observamos en los siguientes aspectos:
1. El primer aspecto está relacionado con el matrimonio. Como señala el historiador Gonzalo Bravo, «para un romano el fin primordial de la mujer era el matrimonio, la procreación y el cuidado de sus hijos e hijas». De hecho, en el mito, si analizamos la perspectiva de Apolo y Ladón observamos que la primordialidad de Dafne debe residir en el matrimonio y en su procreación.
Efectivamente, observamos como el padre de Dafne reclama a su hija un yerno e hijos: «A menudo su padre le dijo: un yerno hija mía me debes. A menudo su padre le dijo: me debes, hija mía, nietos[…]» (Ovidio 2013:216). Tomando en consideración lo anterior, analizamos cómo el sustrato machista del sistema patriarcal está presente en el mito. Sin embargo, si analizamos la perspectiva de Dafne, observamos que la ninfa rechaza dicha primordialidad, suponiendo la primera rebelión del sustrato cultural impuesto por el sistema romano. De hecho, la descripción que realiza Ovidio de la personalidad de Dafne es la siguiente:
«Muchos la pretendieron, ella rechazando a los pretendientes, independiente y sin varón […] sin preocuparse de lo que es Himeneo, Amor o el matrimonio» (Ovidio 2013:215). Por lo tanto, encontramos una primera oposición entre la perspectiva machista de Apolo y la perspectiva feminista de Dafne.
2. El segundo aspecto está vinculado con las ideas estereotipadas en la construcción cultural de lo masculino y lo femenino. Como observamos anteriormente, la influencia de la cultura griega en Roma es notablemente alta. De hecho, las grandes ideas platónicas y aristotélicas tuvieron, principalmente, un mayor éxito. Así pues, las ideas de Aristóteles -como muchas otras de diversos autores-, contribuyen a generar una serie de estereotipos sobre lo que es masculino y lo que es femenino. Estereotipos que justifican con la biología y no con las construcciones sociales. Así pues, si observamos la perspectiva de Apolo, la figura del dios tiene atribuciones con connotaciones positivas y masculinas, mientras que Dafne posee atribuciones de carácter peyorativo y femenino. Ahora bien, ¿qué entendía la civilización romana por masculino y femenino? y ¿por qué en nuestra actualidad para interpretar el mito lo calificamos como estereotipos de género? Si nos basamos en las ideas de Mosse, en su obra, La imágen del hombre: la creación de la moderna masculinidad, «define la(s) masculinidad(es) como las distintas formas en las que los hombres confirman lo que piensan que es su virilidad. Sin embargo, todas aquellas que afecten a su virilidad son consideradas femeninas» (Mosse: 2001:23).
Dicha concepción ha perdurado, con algún que otro pequeño matiz, desde la Antigüedad hasta nuestra historia actual. De este modo, lo masculino se atribuía con aquellos aspectos vinculados a la guerra, el heroísmo y la fuerza; mientras que lo femenino se basaba principalmente, en aspectos superficiales de belleza y en el cuidado de sus virtudes que, como señala Gonzalo Bravo, eran: la modestia, la castidad y la piedad. Dichas ideas estereotipadas de lo masculino y lo femenino la observamos en el mito de Apolo y Dafne. Así pues, si atendemos al discurso de Apolo y Ladón observamos cómo dichas figuras masculinas establecen las ideas estereotipadas sobre lo masculino y femenino del sistema patriarcal romano. De hecho, el mito comienza con el dios Apolo que, en un enfrentamiento con Eros, resalta sus rasgos masculinos vinculandolo con la fuerza y el heroísmo, pues había derrotado a la serpiente Pitón: «Tal armamento cuadra a mis hombros, a mí, que soy capaz de inferir heridas certeras a una fiera o a un enemigo y que acabo de abatir a Pitón […]» (Ovidio: 2013:215); mientras que en la figura de Dafne, Apolo hace hincapié en aquellos rasgos femeninos vinculados con la belleza y la virtud: «Apolo: vé sus ojos que brillan de fuego, ve sus labios que no basta con ver, alabo sus dedos, sus manos […]» (Ovidio 2013:215). Ahora bien, si atendemos a la perspectiva que nos ofrece Dafne, podemos interpretar que la ninfa produce una ruptura con algunas ideas estereotipadas del sistema patriarcal. De hecho, observamos que Dafne no hace alusión a su belleza en el mito, es más, solicita al padre que eche a perder su figura (es decir, su belleza) transformándola en laurel: «¡Ayúdame, padre, si los ríos sois divinidades, echa a perder, cambiándola, esta figura con la que he gustado demasiado!» (Ovidio 2013:217). Lo mismo ocurre con sus virtudes, pues Dafne no siente piedad por el sufrimiento de Apolo.
3. El tercer aspecto está vinculado con la jerarquización de los géneros y la subordinación de la mujer. Como señala Varela, «los géneros están jerarquizados, ya que, mayoritariamente, a lo largo de la historia, el masculino ha ejercido un carácter dominante y el femenino un carácter subordinado». De hecho, en Roma, «las mujeres eran consideradas débiles por su naturaleza y precisaban protección jurídica, lo que se vinculaba con la institución de tutela, es decir, dependiente de la potestad masculina. Además, no podían ejercer cargos públicos» (Gonzalo Bravo 2001:124). Así pues, «la mujer romana (y lo femenino) aparece, como conjunto, subordinado al hombre (y a lo masculino) en el campo del poder político, económico y social» (Morgade 2005:56). Efectívamente, la jerarquización de los géneros y la subordinación de la mujer la encontramos en la perspectiva de Apolo en diversas situaciones: la primera, está relacionada con la jerarquización mitológica romana.
Efectivamente, «dentro de la concepción religiosa romana hay una jerarquización de los seres que la componen, pues no tiene el mismo poder un dios que el resto de criaturas mitológicas» (Rodríguez Moreno). De hecho, en el mito, observamos que Apolo es un dios, mientras que Dafne es una ninfa. Por este motivo, Apolo resalta su figura divina: «No sabes, atrevida, no sabes de quién estás huyendo y por eso huyes: a mí me sirve la tierra de Delfos, Claros, Ténedos y el palacio de Pátara; Júpiter es mi padre. Por mí se descubre lo que será, fue y es; por mí la poesía se acompasa con las cuerdas […]» (Ovidio 2013:215) . En este sentido, observamos como Apolo emplea el método de su revelación divina y el poder que ejerce en el mundo para justificar que Dafne no escape de él, ya que es un dios. La segunda, está relacionada con la tutela de la mujer. Como explicamos anteriormente, la mujer, como ser débil en la concepción greco-romana, debía estar tutelada por una figura masculina. Este aspecto también lo observamos en el mito, por ejemplo, cuando Dafne solicita a su padre (su tutela) la protección para huir de Apolo: «Déjame, padre querido, disfrutar de mi virginidad». Además, Apolo, para denominar a Dafne utiliza el nombre de su tutela: «¡Ninfa hija de Peneo, quédate, te lo suplico!» (Ovidio 2013:216). La última situación que refleja la subordinación de la mujer la encontramos en el discurso de Apolo sobre aquellos sustantivos que emplea, de una forma metafórica, a través de la condición de los animales que reflejan la inferioridad de la mujer (interpretado como animales herbívoros) frente a la superioridad del hombre (interpretado como animales carnívoros): «Así huye la cordera del lobo, así la cierva del león, así del águila las palomas […]» (Ovidio 2013:216). Sin embargo, si analizamos dicho aspecto, desde la perspectiva de Dafne, observamos cómo la ninfa produce también una ruptura con dicha subordinación y jerarquización, pues escapa de la imposición amorosa de Apolo.
4. El cuarto aspecto está vinculado con lo que Rousseau denomina esferas separadas en el ámbito público (hombre) y privado (mujer). Esta esfera separada también la encontramos en Roma, ya que las principales funciones de la mujer estaban destinadas, como señala Gonzalo Bravo, a la realización de las tareas domésticas en el marco de lo que los romanos denominaban, labor matronalis, y a la crianza de los hijos e hijas (vida privada: la casa); mientras que las principales funciones del hombre se localizaban en los aspectos bélicos y políticos (vida pública). En este sentido, ¿qué esfera representa Dafne en el mito? Dicha reflexión es interesante, pues Dafne, como señala Hervé Juvin, no es presa de la domesticidad.
De hecho, es una ninfa que se localiza en los bosques, es decir, con la naturaleza. Este aspecto es interesante, pues a lo largo de la historia observaremos como la mujer suele ser identificada y representada con la naturaleza, incitando a la reflexión e influenciando a un movimiento feminista posterior denominado ecofeminismo. Un artículo interesante que reflexiona sobre la identificación de la mujer con la naturaleza, en especial, con la relación mujer y árbol, es el de Belén Ruíz Garrido (Mujeres y árboles). En dicho artículo, observamos que la interpretación de la metamorfosis de Dafne en laurel supone una rebelión contra el patriarcado, pues el laurel representa la dureza y la firmeza que combate las ideas sexistas de dicho sistema opresor.
5. Por último, el aspecto que he observado está relacionado con la posesión involuntaria del cuerpo de la mujer. «Podemos comprender que las mujeres, excluidas de los espacios sociales y culturales, y en definitiva, de la acción, han visto cómo el cuerpo ha sido tradicionalmente pesado, construido y representado por el imaginario patriarcal» (Ruíz Garrido 2016:128). Así pues, Ovidio, en su capítulo dedicado al mito de Apolo y Dafne, contribuye a construir, de manera consciente o inconsciente, el cuerpo de la mujer. En la cultura grecorromana, tal era la condición de propiedad que el hombre ejercía sobre la mujer que la reproducción, la fertilidad y sus cuerpos eran propiedad de sus esposos o dueños.
Pues el cuerpo de la mujer o mejor dicho, la mujer hecha cuerpo se dividía en dos funciones: encarnados a la reproducción y encarnados al placer, pero, generalmente, sin ningún tipo de atributo de voluntad. Por lo tanto, ¿podríamos interpretar que el acto que realiza Dafne, escapando de Apolo, fuese un acto de rebelión contra parte del sistema patriarcal romano? Podríamos interpretar, desde una perspectiva feminista, que dicho acto supone una rebelión del patriarcado romano, ya que Dafne, al no tener voluntad pasional y sexual por Apolo, huye de esa imposición sexual masculina sobre la femenina. Sin embargo, en el mito, si observamos la perspectiva de Apolo, aun sabiendo que Dafne se ha convertido en laurel, posee, de manera metafórica, el cuerpo de Dafne: «Y, puesto que no puedes ser mi esposa, en verdad serás mi árbol. Siempre te tendrán, laurel, mi cabellera, mi cítara, mi aljaba […]» (Ovidio 2013:217). Además Apolo justifica que su persecución se debe a la provocación de Dafne por su belleza. Así pues, podríamos deducir que, a través de la metáfora de Apolo, el hombre romano poseía el cuerpo de la mujer, incluso en contra de su voluntad. Ahora bien, si lo analizamos desde la perspectiva de Dafne, podemos interpretar, como anteriormente mencionamos, que su metamorfosis en laurel simbolizaba la resistencia contra las opresiones del patriarcado.
Como conclusión, el mito de Apolo y Dafne, desde un punto de vista interpretativo, supone una gran reflexión para los estudios de los géneros, pues se reflejan, a través de los personajes principales, dos grandes perspectivas de estudio: el machismo y el feminismo.
Referencias bibliográficas y web:
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● Bravo Castañeda, G. (1998), Historia de la Roma Antigua, Madrid: Alianza
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Novedades educativas
● Mosse G. (2001), La imágen del hombre: la creación de la moderna masculinidad,
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● Varela N. (2017), Feminismo para principiantes, Barcelona: Ediciones
● Yan T. (1991), La división de los sexos en el derecho romano, Madrid: Dialnet